- 10 abril, 2018
- Posted by: ineuro
- Categoría: Neurorrehabilitación

Durante muchos años se pensaba que el cerebro estaba aislado del sistema inmunológico por la barrera hematoencefálica. Por otro lado, se pensaba que la neurogénesis estaba restringida a las etapas embrionarias y del desarrollo. Sin embargo, descubrimientos recientes han supuesto un cambio radical en esta visión.
Plasticidad cerebral
Actualmente sabemos que el cerebro es plástico, siendo capaz de cambiar durante toda la vida. Este órgano adapta su función a las demandas internas y externas mediante la modificación de su estructura. El sistema inmune participa activamente en este proceso. La interacción entre edad, predisposición genética y ambiente inicia cambios metabólicos que predisponen a trastornos neurodegenerativos. Un ejemplo de esto son las reacciones inflamatorias. Tanto el envejecimiento como el estrés pueden afectar el sistema neuroendocrino, activando el eje pituitario-hipotalámico-adrenal, que libera la hormona liberadora de la corticotropina (CRH) desde el núcleo paraventricular del hipotálamo y causa la secreción de adenocorticotropina (ACTH) en la glándula adrenal. Esto induce la liberación de glucocorticoides a la circulación. El cortisol afecta el sistema inmune de diferente forma. Incluso las personas mayores sin alteraciones neurológicas muestran un incremento progresivo de neuroinflamación que repercute negativamente en la neuroplasticidad y está asociado a un menor rendimiento cognitivo.
El ejercicio físico reduce factores de riesgo asociados a la edad e induce procesos neuroprotectores, incluso iniciándose de forma tardía. Tiene efectos antiinflamatorios y antioxidativos que benefician la neuroplasticidad. Asimismo, se ha demostrado que los programas de entrenamiento cognitivo mejoran las habilidades cognitivas de adultos mayores, lo cual se mantiene incluso cinco años después de la intervención. Si el tratamiento cognitivo se realiza junto a ejercicio físico, los efectos beneficiosos de ambos se potencian. La actividad física estimula la neurogénesis adulta, mientras que la estimulación cognitiva incrementa el reclutamiento de células en un ambiente enriquecido. El ejercicio físico, al reducir los procesos neuroinflamatorios, induce un ambiente neuroprotector y prepara al cerebro para responder a la estimulación cognitiva. A su vez, el entrenamiento cognitivo induce cambios neuronales en redes específicas asociadas al entrenamiento de la habilidad.
Conclusiones
Cada vez hay más evidencia de que los cambios plásticos son menos pronunciados, pero existen incluso en edades tardías y pueden ser potenciados combinando actividades físicas y cognitivas.