Hoy en día sabemos la importancia de mantenernos activos y practicar ejercicio físico para prevenir enfermedades. Algunas de ellas pueden ser la cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, accidentes cerebro vasculares y demencias. Con referencia a esta última, existen varias investigaciones orientadas a la asociación entre la actividad física y la demencia. Un dato curioso, es el estudio de Barnes et al., 2011, que detalla el efecto de la reducción de los factores de riesgo en la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer. En este estudio se sugiere que aproximadamente el 13% de los casos con EA se deben la conducta sedentaria.

¿Podemos ser muy activos y tener una vida sedentaria?

Craft et al., 2012 reflejan la importancia de separar estos dos conceptos. Podemos mantenernos activos y, aun así, presentar conductas sedentarias durante el resto del día. De la misma manera, podemos tener poca actividad física, pero estar realizando acciones que requieran de alta actividad cognitiva. Por consiguiente, es relevante diferenciar, de cara a la investigación, entre comportamiento sedentario y el riesgo de demencia en personas sedentarias con baja actividad cognitiva.

Otro estudio,de Siddarthet al., 2018, revela la asociación entre el grosor del lóbulo temporal medial (LTM) y sus subregiones, la actividad física y el comportamiento sedentario. Se sabe que la atrofia global del volumen del LTM está asociada con el deterioro de la memoria y la Enfermedad de Alzheimer, según Rusinek et al.,2003. La hipótesis de este estudio se basa en que los niveles bajos de actividad física y el tiempo de estar sentado se asociaran con menor espesor en LTM y sus subregiones.

Participantes y método

Evaluaron a 35 adultos mayores (entre 45 y 75 años) sin ningún tipo de demencia ni deterioro cognitivo; 25 mujeres y 10 hombres. Todos los participantes contaban con imágenes de resonancia magnética de alta resolución, para medir el grosor total del LTM. Para evaluar el nivel de actividad física y el nivel de permanencia sentado, utilizaron el autoinforme IPAQ-E.

Resultados

Como resultado, encontraron que la conducta sedentaria se asoció con menor grosor en el LTM y sus subregiones. Sin embargo, no se encontró relación enrte el grosor en el LTM y la actividad física. Por lo tanto, esto quiere decir que el comportamiento sedentario es un predictor mucho más significativo que la actividad física. Además, según los autores, unos niveles altos de actividad física no llegarán a ser suficientes para compensar los efectos nocivos de estar sentado durante largos periodos de tiempo. Una revisión de Chastin et al., 2014 asocia el comportamiento sedentario con la reducción de neurogénesis, plasticidad sináptica, la producción de neurotrofinas, la angiogénesis y diversos procesos patológicos que afectan al hipocampo.

En conclusión, este hallazgo es revelador a la hora de poner en marcha objetivos saludables y mejorar la salud cerebral de los adultos, teniendo en cuenta la importancia que tiene el comportamiento sedentario frente al deterioro de nuestro cerebro. 

Por lo tanto, tenemos la información, está en nuestras manos actuar y cambiar nuestro estilo de vida.



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