- 24 diciembre, 2018
- Posted by: Alba Ganivet
- Categories: General, Investigación, Neuropsicología, Neurorrehabilitación

La evolución de la neuroimagen funcional constituye un gran avance en el conocimiento que tenemos sobre las redes neurales. Si bien antes se creía que el cerebro sólo reaccionaba ante estímulos, se pudo comprobar que presenta actividad espontánea. Esta información pudo usarse para investigar las redes funcionales de gran escala que conocemos hoy día. Así, quedó demostrada la existencia de circuitos de funciones cognitivas de primer orden, más allá de lo puramente sensorial o motor.
¿De qué redes hablamos?
Por suerte, actualmente disponemos de dispositivos con los que realizar un mapeo de los circuitos cerebrales. Gracias a esto, sabemos que el cerebro invierte elevadas cantidades de energía únicamente para mantener la organización de estos circuitos. Estos circuitos de conectividad funcional intrínseca (iFC) se mantienen durante el reposo, el sueño, o la realización de algunas tareas. Ahora bien, la pregunta que cabría hacerse es: ¿qué recibe el cerebro a cambio de tanta energía invertida en estos circuitos? Los estudios indican que colaboran al mantenimiento de la integridad de redes durante el desarrollo de la cognición y la acción.
El conjunto de todas las redes iFC constituyen lo que hoy conocemos como el conectoma funcional. Este término abarca tantos los aspectos generales presentes en todos los cerebros humanos, como los aspectos más individuales. Los aspectos generales se refieren a aquellas redes preparadas filogenéticamente para desarrollarse en ausencia de interrupciones en su desarrollo. Por otra parte, los aspectos individuales indican que la interacción que cada persona tiene con el mundo da lugar a diferentes patrones de conexión neuronal.
El conectoma tiene preferencia por algunos canales en los que las neuronas de diferentes áreas se comunican bajo circunstancias normales. Por otro lado, se activan rutas alternativas para establecer vías de comunicación si algún circuito queda dañado. Esto explicaría por qué los déficits que presentan algunos pacientes con daños estructurales no son tan aberrantes como cabría esperar.
Manipulando la Plasticidad
Actualmente, se está estudiando la plasticidad resultante tras una práctica intensa en tareas cognitivas.
Por ejemplo, Mackey comparó estudiantes de derecho antes y después del curso de preparación al examen de acceso a abogacía. También los comparó con estudiantes preuniversitarios. En aquellos estudiantes con mejor rendimiento en el examen de acceso se apreció un incremento en redes frontoparietales y parietoestriatales.
También se estudia el impacto del ejercicio físico en las redes neuronales de personas mayores. Parece ser que tanto el ejercicio aeróbico como el anaeróbico produce mejoras en redes que normalmente se deterioran con la edad. Este tipo de cambios implica un mejor rendimiento en funciones ejecutivas, por ejemplo.
Otra línea de investigación reside en los efectos que pueden tener las técnicas de estimulación sobre las redes funcionales. Aparece una gran mejoría en aprendizaje de patrones motores y de lenguaje gracias a estimulación con tDCS. También hay mejoras en pacientes con depresión gracias a estimulación magnética transcraneal.
En resumen
Esto resulta muy interesante dada la aplicación clínica que podría tener. Este paradigma puede mejorar la neurorrehabilitación en la práctica clínica tal y como es hoy. Entendiendo estas redes podríamos realizar un mejor abordaje y entrenamiento para facilitar la recuperación de funciones dañadas. Asimismo, podemos verlo también como una forma más de comprobar la eficacia de una intervención o tratamiento.
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